lunes, mayo 28, 2012

Grand Prix

Arena, el peor enemigo de los rulemanes. Götling tenía más calles de arena que asfaltadas, lo que le daba a las últimas un carácter especial. Si entraba arena en uno de los rulemanes íbamos carrito en mano hasta lo de Juanca Decara para que su papá lo solpletee con nafta y les devuelva la perfomance. Uno de los mayores desafíos era la bajada de Humberto Iº partiendo desde Usuhaia, la pendiente que ponía a prueba a los mejores pilotos. Cuántas zapatillas gastadas en los talones para frenar, cuantos raspones y porrazos. No era fácil la vida del corredor de los carritos a rulemanes. Corríamos por el disfrute de jugar a ser grandes, manejar el carrito como manejarnos en la vida, rápido, con riesgo, invencibles, inmortales. Ahora que el recuerdo arrecia y que de las veredas arenosas desaparecieron las pisadas amigas, siento un ruido interior, ruido a los rulemanes contra el asfalto. Y escucho otra vez las voces amigas, los gritos de aliento  y las risas de esas tardes de carreras. En la arena de los cordones, en las tardes del barrio, en las voces fraternas de los chicos del barrio, en todo experimento la cálida nostalgia de cuando éramos felices jugando en la calle, corriendo con carritos de rulemanes. Arena y risas, la marca del Grand Prix de barrio Götling.