sábado, junio 02, 2012

Kamikaze

Las mañanas tenían su canto. Y cruzaba el aire con el filo de las alas. No se sabe quién los trajo o cómo llegaron desde Europa, pero desde hace unos años los estorninos se convirtieron en una banda que canta en las madrugadas platenses. Reconozco que mucho no me simpatizaban las aves, pero a fuerza de escucharlos, me gusta ver y oír cantar los estorninos en la mañana. De tanto mirarlos, hice amistad con uno. Le inventé y lo bauticé con un nombre. Me sorprendió del Negro la extraña habilidad de poder volar o atrapar insectos en el aire. También lo temerario que era, abalanzándose contra el edificio cuando algún cascarudo quería escapársele.
El mes pasado estuvo particularmente inquieto. De hecho rozó varia veces la baranda del balcón. Una mañana, resplandecía el sol de otoño aunque la neblina lo negaba, fue como un presagio. Vi un filo negro que cruzó el aire. Escuché en el ventanal el trueno del golpe. Desafinando el vuelo, el estornino se estrelló contra la ventana. Su canto es el del silencio ahora.
Con el tiempo me hice amigo de otro pájaro, pero no se cuál es, ni su nombre.

No hay comentarios.: